Mark Carney, uno de los principales contendientes en la carrera por el liderazgo del Partido Liberal de Canadá, ha criticado duramente las recientes políticas de inmigración, argumentando que han superado la capacidad de Canadá en materia de vivienda, sanidad y servicios sociales. Aboga por una estrategia de inmigración estructurada y orientada a la economía que se ajuste a las capacidades nacionales de absorción, manteniendo al mismo tiempo la inmigración como motor clave del crecimiento.
Entre 2021 y 2024, el crecimiento demográfico de Canadá se disparó hasta el 3% anual, duplicando la media histórica del 1,5%. Este fuerte aumento, impulsado en gran medida por la inmigración temporal, creó una fuerte presión sobre los sistemas de vivienda, sanidad y educación. Carney sostiene que las infraestructuras de Canadá no han seguido el ritmo de la afluencia de recién llegados, lo que se ha traducido en unos costes de alquiler sin precedentes, hospitales sobrecargados y servicios públicos al límite de su capacidad.
Carney destaca los defectos estructurales de las políticas de inmigración temporal, en particular:
Carney apoya el objetivo del Gobierno federal de reducir el porcentaje de residentes temporales del 6,2% en 2024 al 5% en 2027. Sus recomendaciones políticas incluyen:
Carney propone una estrategia de inmigración basada en datos en la que los objetivos anuales de admisión se ajusten en función de:
Carney apoya un sistema renovado basado en puntos para mejorar la integración económica. Entre los ajustes que propone figuran
La postura de Mark Carney ante la inmigración coincide con la de líderes centristas como Jean Charest y Christine Elliott, que hacen hincapié en un planteamiento basado en datos que vincule los niveles de inmigración a la disponibilidad de vivienda, las necesidades del mercado laboral y la capacidad de los servicios públicos. Es partidario de una admisión estratégica y sectorial para garantizar que la inmigración siga siendo un activo económico y no una carga para los recursos nacionales. Su atención a la planificación regional de la mano de obra refleja el plan de vivienda de Chrystia Freeland, que vincula la inmigración a la oferta de vivienda para aliviar las presiones sobre las infraestructuras.
Al mismo tiempo, Carney critica tanto la política de inmigración expansiva de Justin Trudeau como la postura restrictiva de Pierre Poilievre. Sostiene que el planteamiento de Trudeau no previó los cuellos de botella en las infraestructuras, lo que provocó crisis de vivienda y servicios públicos desbordados. Por el contrario, se opone a los recortes en inmigración propuestos por Poilievre, advirtiendo que podrían ahogar el crecimiento económico y agravar la escasez de mano de obra. La visión de Carney sitúa la inmigración como una herramienta cuidadosamente gestionada para la estabilidad económica, equilibrando la capacidad nacional con la prosperidad a largo plazo.
Mark Carney aboga por un sistema de inmigración recalibrado que equilibre el crecimiento con la capacidad económica. Su planteamiento da prioridad a la reducción selectiva de la inmigración temporal, la planificación de la acogida vinculada a las infraestructuras y unos criterios de selección económica más estrictos. De aplicarse, su política podría redefinir la estrategia de inmigración de Canadá, garantizando tanto la integración sostenible como la estabilidad económica a largo plazo.
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